jueves, 28 de marzo de 2019

Gustave Flaubert, "Madame Bovary" [1857]

¿Qué cuerpo, empujado por un espíritu vivo, no querrá averiguar qué 'significan exactamente en la vida las palabras dicha, pasión y embriaguez'? ¿quién querrá desperdiciar sus días con una pareja mediocre en un poblado despreciable? ¿quién no buscará clandestinas aventuras residiendo en un entorno rutinario, agobiante, habitado por charlatanes arrogantes y mezquinos? ¿y quién tendrá el valor de acometer la empresa de hacer realidad sus ensueños, superar el paralizador miedo que impone la presión social, exponiéndose al fracaso, padeciendo un inefable y vano sufrimiento, irguiéndose de nuevo fortalecida para arrojarse a una nueva y definitiva derrota? Tétricos embaucadores, ruines bandarras, el amenazante filo de una navaja penda sobre vuestras gargantas, dispuesto a degollarlas al detectar la prosodia de vuestros embustes; puercos usureros, acreedores esclavistas, que el hierro de la venganza desgarre vuestra pérfida mole henchida de estulticia. ¡Emma se ha suicidado!

"Emma pensaba que por fin había puesto punto y final a todas las traiciones, las bajezas y las innumerables concupiscencias que la torturaban. Ya no odiaba a nadie ahora; una confusión como de crepúsculo se abatía sobre su pensamiento, y de todos los ruidos de la tierra no oía más que el intermitente lamento de aquel pobre corazón, un lamento dulce e indistinto, como el postrer eco de una sinfonía que se aleja y se aleja."

(Gustave Flaubert, "Madame Bovary", 1857)

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