martes, 21 de mayo de 2019

José Antonio Nieves Conde, "El inquilino" [1957]


El problema de la vivienda en la patria ibérica es un mal endémico. Quede alguna de sus pruebas en el cine español de antaño: "El inquilino", "El pisito" o "El verdugo". Una de las herencias más abominables del franquismo se resume en esta consigna: 'sólo con vivienda propia podrá el hombre cumplir con su destino social'. El franquismo promocionó la vivienda en propiedad con una función moralizante, aquel ministro de vivienda, el falangista José Luis Arrese, lo expresó diáfanamente en 1956, 'queremos un país de propietarios no de proletarios'; y ya lo saben, lo experimentan cotidianamente, la expansión de la sociedad de consumo se sustenta en la vivienda (¿cuántas viviendas ibéricas tenían televisión, frigorífico, lavadora o automóvil antes de los años del llamado desarrollismo, antes de la década de 1960?): su propiedad será garantía de que el trabajador acabará por formar una familia, un hogar, un espacio de reproducción estable que le alejará de las conductas sociales nocivas. La política de vivienda en propiedad del franquismo fue un éxito incuestionable.

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