jueves, 29 de agosto de 2019

John Carpenter, "Están vivos" [1988]


En uno de mis rastreos de la literatura hispana del Siglo de Oro, por los años barrocos, me he topado con un autor poco conocido, de nombre Rodrigo Fernández de Ribera, que tiene un par de obras enmarcadas en el relato lucianesco, ya saben, aquel tipo de relato resultado de la desintegración de la novela picaresca en el que se narra una serie de casos, a menudo con la intervención de la fantasía, que relegan a segundo plano la evolución del protagonista, poco más que testigo privilegiado de los hechos que relata. Una de estas obras tiene por título "Los anteojos de mejor vista", una obra escrita entre 1620 y 1625, situada en Sevilla, en lo alto de la Giralda, la torre campanario de la catedral de Santa María de la Sede, donde el narrador y un personaje bautizado como licenciado Desengaño, se reúnen para mirar el panorama moral que ofrecía la ciudad del Betis, a través de unos anteojos mágicos que permitían al portador ver a los humanos tal y como eran, desenmascarando su verdadera condición: la multitud de negociantes, escribanos, alguaciles, frailes, mujeres y bravos que habitualmente rodeaba la torre, se trasmutaba, atisbada desde lo alto con semejantes milagrosas lentes, en una bandada de pájaros de mal agüero, en una manada de bestias repugnantes. Un librito difícil de conseguir. El recurso me remitió a las célebres gafas para ver la dominación extraterrestre de esta película de John Carpenter, y a los comentarios sobre la película de Zizek en "La guía ideológica para pervertidos".

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