viernes, 22 de febrero de 2019

Barbara Ehrenreich, "Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos" [2001]

"La personalidad o las destrezas de la trabajadora con salario bajo no son más anodinas que la de quien se gana la vida escribiendo. Tampoco tiene menos tendencia a ser ingeniosa o brillante. Cualquiera que pertenezca a las clases instruidas y crea lo contrario debe ampliar su círculo de amigos."


A finales de los noventa del siglo pasado, Bárbara Ehrenreich estuvo trabajando en varios empleos pésimamente remunerados en diferentes enclaves de EEUU. Fruto de esta experiencia es "Por cuatro duros. Cómo (no) apañáreselas en Estados Unidos", un libro divertidamente amargo, escrito por alguien que, después de todo, sabe que está de paso por el más bajo escalafón de la pirámide laboral. Una gran inmersión en la experiencia de la pobreza, esa angustia de verse arrojada a un estado de emergencia permanente, que atraviesa la vida de gran parte de las trabajadoras estadounidenses.

"En el verano del 2000 volví -tengo todas las razones del mundo para esperar que sea de forma permanente- a mi acostumbrado lugar en el espectro socioeconómico. Voy a restaurantes, con frecuencia mucho mejores que los sitios donde trabajé, y me siento en una mesa. Duermo en habitaciones de hoteles que otra persona ha limpiado, compro en tiendas que otras pondrán en orden cuando yo me haya ido. Ascender del 20 por ciento más bajo al 20 por ciento más alto es entrar en un mundo mágico donde las necesidades están satisfechas, los problemas resueltos, casi sin ningún esfuerzo. Si quieres llegar a algún sitio rápidamente, tomas un taxi. Si tus padres ya ancianos se han puesto tediosos o incontinentes, los apartas en algún rincón donde otras trajinarán con los pañales sucios y la demencia. Si formas parte de la clase media alta, que emplea asistentas o contrata servicios de limpieza, vuelves del trabajo y encuentras la casa inmaculadamente ordenada: las tazas de váter libres de mierda y relucientes, los calcetines que has dejado tirados en el suelo han levitado y están otra vez en su lugar de costumbre. Aquí, el sudor es una metáfora para hablar del trabajo duro, pero rara vez su consecuencia. Cientos de cosas insignificantes están hechas, responsable y rutinariamente todos los días, sin que parezca haberlas hecho nadie."

(Barbara Ehrenreich, "Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos", 2001.)

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