"La renuncia socialista a la moral es un intento de ponerse a la altura de esta asimetría entre la magnitud de los condicionantes materiales y sociales de nuestras acciones y nuestra capacidad de intervención ética. Hay procesos sociales de tal repercusión que nos impiden vivir nuestra vida en los términos morales en los que podríamos desear. Es lo que Gunther Anders llamaba 'el desnivel prometeico', la idea de que en la actualidad tenemos la capacidad técnica para producir efectos desmesurados con acciones insignificantes. Actos inocentes nos comprometen con estructuras de repercusiones inimaginables. El mero hecho de llamar por un teléfono móvil nos convierte en cómplices inconscientes de la muerte de miles de personas en las guerras del coltán. Una conducta ética cabal sería preferir morirse de frío a vestir ropa fabricada por trabajadores que cobran sueldos de miseria. Muy razonablemente, los revolucionarios no confían en que esta virtud supererogatoria pueda generalizarse. Por eso renuncian a interpretar sus propios actos en términos de una ética general. En este sentido, la renuncia a la fundamentación moral de las acciones puede entenderse como un intento, quizá no muy realista, de fundar un marco ético eficaz. Los anticapitalistas quieren construir una sociedad en la que se pueda ser bueno sin necesidad de ser un héroe, donde los determinantes estructurales del capitalismo no interfieran constantemente en nuestras decisiones éticas, políticas y estéticas."
(César Rendueles, "Sociofobia", 2013)
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