miércoles, 27 de febrero de 2019

Eurípides, "Ifigenia en Áulide" [año 409 antes de Cristo]


La fábula de Ifigenia es la tragedia de quien se sacrifica voluntariamente por el bien de la colectividad, la de quien vence su propio temor a la muerte para ofrecer la propia vida a algo que considera más noble y grande, más necesario, es la historia de una joven mujer que transita desde su intenso apasionamiento por seguir viviendo hacia la aceptación consciente y serena de su sacrificio. Pero contrariamente a lo deseable, el valor del sacrificio queda distorsionado al acometerse no para poner fin a una cruenta guerra y salvar a una ciudad sitiada, sino para todo lo opuesto: Ifigenia, hija de Agamenón, comandante en jefe de todas las tropas griegas que se dirigen contra Troya, teniendo su armada fondeada en Áulide, ha recibido un oráculo del adivino Calcante que le insta al sacrificio de su hija para que los vientos se vuelvan favorables a la flota, y puedan las embarcaciones que lidera poner rumbo hacia la legendaria ciudad troyana.

"Como ya está decretado que yo muera, quiero hacerlo con nobleza, apartando a un lado de mi camino cualquier señal de bajeza. Considera conmigo ahora en este punto, madre, cuanta razón tengo. Toda la poderosa Hélade tiene su mirada en estos momentos puesta en mí. En mis manos esta la oportunidad de que las naves se hagan a la mar y la completa aniquilación de los frigios, y que ya no se permita raptar en el futuro nuestras esposas fuera de la dichosa Hélade, si los bárbaros intentan hacerlo, porque van a pagar la seducción de Helena, a la que Paris raptó. Si muero, evitaré todas estas atrocidades y mi fama por haber liberado a Grecia será dichosa. Y además -¡fíjate bien!- tampoco tengo que tenerle demasiado apego a la vida, porque me pariste para el interés común de todos los helenos, y no sólo para el tuyo. Si miles de guerreros armados con sus escudos y otros miles empuñando los remos, en el momento en el que la Hélade se ha visto agraviada, va a asumir el riesgo de enfrentarse a nuestros enemigos y de morir en pro de la Hélade, ¿va mi vida, que es una sola, a ser un impedimento para todos estos hechos? ¿Qué justo argumento podríamos ofrecer en contra de estas razones? [...] Y si ha sido voluntad de Ártemis hacerse con mi persona, ¿he de ser yo, que soy mortal, un obstáculo para los designios de una diosa? ¡Pero si es imposible! Entrego mi cuerpo para bien de la Hélade. Sacrificadme, saquead Troya. Estos hechos habrán de ser los signos que mantengan mi recuerdo por largo tiempo, en calidad de hijos, boda y gloria mía. Lo natural es que los helenos impongan su poder sobre los bárbaros, y no los bárbaros, madre, sobre los helenos, pues unos son cosa servil y los otros son hombres libres."

(Eurípides, "Ifigenia en Áulide", 409 a. C.)

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