jueves, 7 de febrero de 2019

Paul Lafargue, "El derecho a la pereza" [1880]


Paul Lafargue es una figura controvertida del socialismo internacional, máxime en suelo español. Los federados internacionales ibéricos, los bakuninistas, lo considerarán un hábil intrigante, agrada la excepción hecha por el abuelo del anarcosindicalismo patrio, Anselmo Lorenzo, que mostró, a pesar de sus distancias, aprecio por el yerno de Karl Marx; y la incipiente ala socialista de la Internacional patria, que alumbraría la creación de la UGT y del PSOE, lo considerará padre del socialismo español, quedan los elogios de Pablo Iglesias. Eran los tiempos de una de las disputas más agrias y determinantes del movimiento obrero internacional, Lafargue pisó el suelo español tras la Conferencia de Londres de la AIT de septiembre de 1871, de infausto recuerdo, cuando los cadáveres de los comuneros parisinos todavía calentaban. El papel de Lafargue como propagandista quedó recogido en numerosos folletos, el grueso de ellos publicado durante su estancia francesa, entre los que destaca, por mantener actual fuerza escandalosa, "El derecho a la pereza", publicado en el semanal "L'egalité" en 1880. En oposición a la engañosa consigna que ensalza 'el derecho al trabajo', considerada logro del componente obrero de la revolución de 1848, Lafargue se niega a comulgar con la narrativa moralizadora de quienes ensalzan las supuestas virtudes del 'buen trabajador', pretendidos paladines de la honorabilidad de los comuneros parisinos, realzando que la verdadera amenaza al orden existente no deriva de la formación de una clase obrera pura, sino del reto que esta lance a los límites impuestos entre trabajo y ocio, productor y consumidor, trabajador y burgués, trabajador e intelectual. Contra la pasión por el trabajo de las clases obreras de los países capitalistas, alejado del moralismo de izquierda y derecha y de la centralidad de las reivindicaciones salariales, Lafargue ponía de nuevo en la diana la condición fundamental para el florecimiento del reino de la libertad: la reducción de la jornada de trabajo. 'Al día siguiente de la revolución habrá que pensar en divertirse'.


"Si la clase obrera, tras arrancar de su corazón el vicio que la domina y que envilece su naturaleza, se levantara con toda su fuerza, no para reclamar los Derechos del Hombre (que no son más que los derechos de la explotación capitalista), no para reclamar el Derecho al Trabajo (que no es más que el derecho a la miseria), sino para forjar una ley de bronce que prohibiera a todos los hombres trabajar más de tres horas por día, la Tierra, la vieja Tierra, estremecida de alegría, sentiría brincar en ella un nuevo universo... ¿Pero cómo pedir a un proletariado corrompido por la moral capitalista que tome una resolución viril?
Como Cristo, doliente personificación de la esclavitud antigua, los hombres, las mujeres y los niños del Proletariado suben penosamente desde hace un siglo por el duro calvario del dolor; desde hace un siglo el trabajo forzado destroza sus huesos, mortifica sus carnes, atormenta sus músculos; desde hace un siglo, el hambre retuerce sus entrañas y alucina sus cerebros...¡Oh, pereza, apiádate de nuestra larga miseria! ¡Oh, Pereza, madre de las artes y de las nobles virtudes, sé el bálsamo de las angustias humanas!"

(Paul Lafargue, "El derecho a la pereza", 1880.)

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