Cuentan que entre los siglos XI y XIV, existieron, en tierras occitanas, unas Cortes de Amor que ejercían como tribunales para cuestiones amorosas, en los que comparecían los sospechosos de haber cometido alguna falta de amor. Los tribunales, compuestos por mujeres, sopesaban la infracción cometida, e imponían penas proporcionadas, 'les arrets d'amour', las sentencias de amor, un relevante código legal, nutrido de las diligencias de las juezas, respetado por todos. Una aproximación a la existencia de estas Cortes, puede encontrarse en un célebre tratado titulado "De amore", de Andreas Capellanus, escrito en torno a 1185, traducido como "Tratado sobre el amor", en su mejor edición española reciente, o como "El arte del amor cortés", en otra más moderna y flojita. Quizá sea el más suculento documento amoroso del medievo. Andrés el Capellán lo escribió a pedido de María de Francia, condesa de Champaña, hija de la ínclita y misteriosa Leonor de Aquitania. En el segundo libro del tratado, se presentan una serie de Juicios de Amor, dictaminados por mujeres célebres de la época, e incluso en uno de los juicios reseñados, es una asamblea de damas de origen gascón, el jurado que decide la pena.
"Un caballero divulgó vergonzosamente las intimidades y secretos de su amor. Todos los que sirven en la corte del amor exigen un severísimo castigo para tal exceso por temor a que la impunidad de una traición tan grande dé ocasión a otros de seguir tal ejemplo. Así, pues, una corte de damas convocada en Gasconia, tomó por unanimidad la firme y siempre válida decisión de que ese hombre fuera despojado para siempre de toda esperanza de amor y quedara consagrado como persona censurable y despreciable en toda corte, sea de damas o de caballeros. Y si alguna mujer osara violar las disposiciones de estas damas, entregándole, por ejemplo, su amor, será sometida al mismo castigo para siempre y considerada, por ello, enemiga de toda mujer honesta."
(Andrés el Capellán, "Tratado sobre el amor", en torno a 1185.)
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