"En cierto sentido, todo era magia: magia la ciencia de las hierbas y de los metales, que permiten al médico influir sobre la enfermedad y el enfermo; magia la misma enfermedad, que se impone al cuerpo como una posesión de la que este, en ocasiones, no quiere curarse; magia el poder de los sonidos agudos y graves. que inquietan el alma o la sosiegan; magia sobre todo el virulento poder de las palabras, casi siempre más fuerte que las cosas y que explica los asertos del 'Sepher Yetsira', por no decir del 'Evangelio según San Juan'. El prestigio que rodea a los príncipes y se desprende de las ceremonias de la iglesia es magia, y magia los negros cadalsos y los lúgubres tambores que acompañan las ejecuciones y aterran a los papanatas aún más que a las víctimas. Mágicos son por fin el amor y el odio, que imprimen en nuestros cerebros la imagen de un ser por el que consentimos dejarnos hechizar."
(Marguerite Yourcenar, "Opus Nigrum", 1974.)
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