miércoles, 23 de enero de 2019

Francisca de Aragón, "Pues aquel grande amor que me tuviste" [segunda mitad del siglo XVI]

A Francisca de Aragón se le atribuye una sorprendente epístola del S. XVI, franca y directa, escrita en tercetos encadenados, dirigida a don Manoel de Portugal. Su rareza consiste en que se aleja de las convenciones de la expresión poética amorosa de la época. No es una misiva que expresa la queja por el desdén o el rechazo de la amada, en este caso del amado, que, enajenado, desesperado por la incertidumbre, amargado, desgrana su sufrimiento extremo hasta el temor o el deseo de muerte; no se coloca en actitud de súplica ni hace proposiciones humillantes de sometimiento a caprichos. La misiva, se aleja de la consideración negativa del amor no correspondido, el rechazo amoroso produce tranquilidad en la dama, y cierta irónica preocupación por el bienestar de su antiguo amante, por su fama y su futura felicidad. Así, sin reproches ni súplicas, invirtiendo la tradición, es el hombre quien manifiesta la clásica acusación de los poetas a la mujer: la inconstancia en el amor.


"Aquesto que te escrivo no querría
que te aga penssar que quedo muerta,
pues más el daño a mí que a ti ofendía.

Que tú saves muy bien qu’es cossa çierta
el que va mill amigos procurando
que jamás amistad no se le açierta.

Yo te prometo que no vea llorando
jamás nadie mis hojos por aquesto,
ni el coraçón por ello sospirando

Ni la color mudada de mi gesto
el dolor que ‘ncubrir el alma suele
hará pareçer claro y manifiesto.

Está seguro que no me desvele,
cuitado de saber cómo te á ido
en este nuevo amor que aora te duele.

Que mil veçes te ás visto tan perdido,
jurando que no amaste ansí en tu bida,
y tú sabes muy bien dónde se á ido."

(Francisca de Aragón, "Pues aquel grande amor que me tuviste", segunda mitad del siglo XVI.)

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