miércoles, 2 de enero de 2019

El morisco de Túnez [siglo XVII]

Es Ricote del "Quijote" de Cervantes, quizá el morisco más célebre de la literatura hispana, quien regresado a su patria natal tras sus desventuras en el destierro, expresa con más que presumible certeza la suerte de los españoles moriscos expulsados de suelo ibérico tras aquel edicto de 1609 dictado por Felipe III,


"[...] fuimos castigados con la pena del destierro, blando y suave, al parecer de algunos, pero al nuestro, la más terrible que se nos podía dar. Doquiera que estamos lloramos por España; que, al fin, nacimos en ella y es nuestra patria natural; en ninguna parte hallamos el acogimiento que nuestra desenvoltura desea, y en Berbería y en todas las partes del África donde esperábamos ser recibidos, acogidos y regalados, allí es donde más nos ofenden y maltratan... ahora conozco y experimento lo que suele decirse: que es dulce el amor a la patria."


Obvio que esa patria en aquel siglo, era de una hostilidad insoportable, pero aquella región de Berbería no fue tierra de exilio amable. Lo refrenda uno de sus clandestinos escritores expulsados, el más soprendente, hispano, andalusí, quien escribió en algún año entre 1630 y 1650, una aljamiada obra miscelánea de único esplendor: un morisco apátrida de carne y hueso, que podría identificarse con el mismo Ricote, al que los estudiosos han nombrado como 'morisco de Túnez', y que bifronte, se presenta tan influido por la enseñanza árabe como por los clásicos inestimables de la literatura hispana de aquel patrio siglo áureo. Aquellos exiliados no fueron considerados españoles de buena fe en la tierra que les vio nacer, ni tampoco fueron percibidos como ejemplares musulmanes en su destierro tunecino. Y este 'refugiado de Túnez', quiso apaciguar el resentimiento en Berbería de sus paisanos de exilio,


"Y así, queridos hermanos, sólo encomiendo la conformidad y amistad entre todos, para que, aunados y conformes, sirba de fuerte muro con pedir juntos al criador nos libre de quien ynjustamente nos quiere ofender, y que sea sin presumir mal ni poner dolo unos de otros; antes, aunque se bea cosa al pareçer no ser justa, se comente con amar y afabilidad..."

("El refugiado de Túnez", manuscrito S-2 de la Colección Gayangos de la Biblioteca de la real Academia de Historia de Madrid, escrito en Túnez entre 1630 y 1650.)

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