"Una entidad estatal que se rebela contra las fronteras trazadas por las potencias coloniales en el siglo XX, y en la que la patria es la pertenencia a una religión única y excluyente. Un sistema policial que se sostiene en el terror como instrumento de gobierno y defensa, pero se nutre también de la pasmosa ilusión que ha conseguido generar entre muchos de los que allí viven, y en muchos de los que lo observan en la distancia. Al contrario que la red terrorista internacional Al Qaeda, de la que se alimenta, con la que la rivaliza y de la que supone, en cierta medida, una evolución lógica, el Estado Islámico y su maquinaria de guerra no ofrecen el sueño de una futura 'Umma', sino la realidad de poder vivir ya en una comunidad de creyentes concebida a imagen y semejanza de aquella que creen constituyó Mahoma hace casi 1.400 años. Una 'Ítaca musulmana' que seduce tanto a quienes creen que las revoluciones del 2011 han fracasado -como en el caso de Egipto, donde cuatro años de sangre y protestas populares contra la autocracia de Hosni Mubarak han desembocado en la ciénaga de una dictadura militar melliza, ahora bajo el látigo de Abdel Fatah al Sisi-, como a quienes han quedado huérfanos tras el hundimiento del islamismo político y a aquellos musulmanes excluidos, social, cultural y económicamente en países como el Reino Unido, Bélgica, Francia o España, lastrados por sus deficientes y represivas políticas de inmigración. Muertas las esperanzas de lograr un mundo diferente, quebrados los sueños libertarios, anegada la justicia social por la vía democrática, y con la integración como quimera, el único valor que resta es la rebeldía del fusil."
(Javier Martín, "Estado Islámico. Geopolítica del caos.", 2015.)
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