1.
El día que visitó el cuarto de disección
tenían cuatro hombres acostados, negros como un pavo quemado,
ya a medio desensartar. Un vaho vinagroso
exhumaban las cubetas muertas que les colgaban;
los chicos de batas blancas comenzaron a trabajar.
La cabeza de su cadáver ha colapsado,
y ella puede apenas ver algo
en ese escombro de cráneos y cuero viejo.
Un cetrino trozo de cuerda mantiene todo unido.
En sus frascos los bebés con nariz de caracol se lamentan y brillan.
Él le alcanza el corazón extraído como una reliquia rota.
2.
En el panorama de Brueghel de humo y masacre
solo dos personas son ciegas al ejército de la carroña:
él, flotando en el mar de su vestido
de satén azul, canta en dirección
a su hombro desnudo, mientras ella se tuerce,
señala una partitura, sobre él,
ambos sordos del laúd en las manos
de la cabeza del muerto que ensombrece su canción.
Estos amantes flamencos florecen; no por mucho tiempo.
A pesar de la desolación, plasmado en la pintura, preserva el pequeño país
tontamente, delicado, en la esquina inferior derecha.
(Sylvia Plath, "Dos vistas a una habitación cadáver", 1951?.)
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