"Y si voy a morir antes de tiempo, por beneficio lo tengo, pues el que como yo vive en medio de numerosos males, ¿cómo ése no saca beneficio con morir? De esta forma, para mí al menos el alcanzar este destino en modo alguno es un pesar; más bien, si el cadáver del nacido de mi madre consintiera yo en dejarlo muerto insepulto, de eso sentiría pesar, pero de esto de ahora no me duelo. Y si a ti te parece que ahora estoy llevando a cabo una empresa loca, quizá en cierto modo para un loco es para quien estoy siendo culpable de locura."
Antígona. Corazón amante y valor heroico. Sola, sin ningún apoyo, se enfrentará a su país, a sus leyes, al jefe de Estado. Mostrará fidelidad a su hermano vencido, Polínices, muerto en la batalla por el trono de Tebas, su cadáver maldito pasto de fieras y cuervos. Antígona no aceptará este mandato infame que deshonra la memoria fraterna y enterrará desobediente el cuerpo inerte. Apresada y juzgada, solidaridad con un traidor a la patria, terrible sentencia regia, no habrá clemencia: sepultada en una caverna tapiada, agonizará lentamente de hambre y de asfixia en las tinieblas. Augures desdichados los del adivino, el rey debe liberar a Antígona, o pagará el orgullo de las palabras altivas. Se abre la caverna, yace inerte la díscola, consiguió estrangularse, y el novio Hemón, furor impotente, se dará muerte ante los ojos de su rey-padre, Creonte, y la reina-madre, Eurídice, engarzados suicidios, se matará al recibir la noticia. Aquel hombre, que tan bien sabía hablar como jefe, se derrumbará aniquilado por la pena.
Se busca Antígona.
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